La luz es probablemente uno de los factores más importantes a la hora de diseñar un espacio.
Lo primero es decidir su temperatura de color. Con este término se define el tono de la luz que puede ir del frío blanco puro, incluso con un tono azulado, hasta el cálido que tiende al amarillento e incluso anaranjado. Se habla de temperatura puesto que, en el mundo profesional se mide en grados Kelvin, que normalmente van de los cálidos de 2500oK hasta los fríos 6000oK.
Hoy en día es fácil encontrar especificaciones y variedad para todas las necesidades sin cambiar de tecnologías como antaño, el LED ofrece todo el abanico de posibilidades.
La luz ha de ser cálida (anaranjada) para crear un ambiente recogido y agradable en zonas de estar, zonas de reuniones, recreativas o bares, en casa es la indicada para salones y dormitorios. Suele dar la impresión de ser menos potente a igualdad de vatios que su homóloga fría.
La luz fría (blanco puro) es la más indicada para iluminar productos, espacios abiertos o elementos gráficos como fotos o logotipos, en espacios comerciales, tiendas, stands o corners. Su principal característica es que no falsea el color de lo que se ilumina con ella y resalta con su brillo cualquier elemento al que bañe, dando además sensación de ser más brillante a igualdad de potencia que una cálida. En casa es la que elegimos para cocinas y baños.